Hoy, la whistleblower Chelsea Manning salió libre de prisión tras 7 años encarcelada bajo la Ley de Espionaje por una masiva filtración de archivos clasificados de la guerra de Irak, en 2010.
Manning, como siempre argumentaron sus abogados, fue usada para enviar un mensaje de advertencia en una época de filtraciones que sacudieron al gobierno de los EE.UU. y al mundo, por lo que fue sentenciado a 35 años de prisión.
La whistleblower reveló más 700 mil archivos militares y de correspondencia diplomática estadounidenses, entre estos el video de un ataque en helicóptero del Ejército de EE.UU. en Irak en el que murieron dos periodistas.
“Yo quiero que la gente vea la verdad […] sin importar quienes son […] porque sin información, no puedes tomar decisiones informadas como público”, aseguró Manning durante una conversación de chat con una persona que resultó ser un informante, que entregó a la exoficial estadounidense, cita Glenn Greenwald en The Intercept.
La vida de Manning durante sus primeros años en prisión fue humillante e inhumana, entre rituales que incluían mantenerla desnuda durante varias horas al día, confinamiento solitario e incomunicación con el mundo exterior.
Estas terribles condiciones no le impidieron, casi inmediatamente después de recibir su condena, en 2013, declararse como una mujer transgénero y solicitar tratamientos médicos, los cuales le fueron sistemáticamente negados.
De acuerdo con Greenwald, no había ambiente más hostil en el que una mujer trans pudiera afrontar el proceso de transición, en medio de una aislada base militar, con el gobierno en contra y sin el apoyo psicológico adecuado.
Manning se convirtió no solo en un símbolo de la libertad de expresión e información en el mundo, sino una gran inspiración para miles de personas de la comunidad LGBT alrededor del mundo.
Finalmente, tras un larguísimo proceso de cabildeo con distintas instancias del gobierno los partidarios de la whistleblower consiguieron que en enero pasado el entonces presidente Barack Obama conmutara su condena.