Las bibliotecas tienen una autoridad especial para proveer acceso en largo plazo a la información y preservar materiales por mucho más que cualquier modelo de negocios de una corporación, vendedor o compañía particular, aseguró el especialista Kyle K. Courtney, consejero de Derecho de Autor de Harvard.
El comentario de Courtney se dio durante una conferencia de prensa sobre la demanda de las editoriales Hachette, Penguin Random House, Wiley y HarperCollins contra Internet Archive por utilizar el sistema Controlled Digital Lending (CDL) para prestar libros digitales como una biblioteca pública, el cual es especialmente importante durante una larga pandemia como la del COVID-19.
Para el especialista, las cualidades únicas de las bibliotecas y su labor les permite ser una bisagra entre las editoriales y las personas usuarias, por lo que no requieren un permiso especial o licencia para prestar los libros que han adquirido o comprado al público, incluso si no es a través de los medios tradicionales que se han utilizado en el pasado.
En este sentido, el sistema CDL busca replicar los aspectos económicos y legales más significativos del préstamo físico y lo pone en el centro ─el mayor valor que tienen las bibliotecas es su acervo─ por el que muchas han pagado millones de dólares con la misión de permitir el acceso de sus comunidades. Courtney considera que la estructura del CDL preserva este valor al mejorar el acceso a los libros a través de la tecnología, una que también se utiliza de manera comercial.
“De nuevo, esto podría ser miedo a la tecnología, ciertamente, pero ésta debería ser usada para mejorar el acceso a los materiales y a hacer lo que las bibliotecas siempre han hecho: incrementar el acceso al conocimiento al prestar materiales al público. Solo porque estamos usando tecnología no significa que de pronto estos actos son nuevos”, consideró el especialista.
Sistemas como el CDL también permitirían a las bibliotecas cumplir una importante función que la editoriales no están llevando a cabo y es la digitalización de millones de libros físicos publicados hace varias décadas y que se encuentran en una especie de hoyo negro, con el peligro de que sean inaccesibles y una enorme pérdida para el conocimiento.
Imagen de Marco Verch (CC BY 2.0)