Decenas de grandes obras de la literatura, como “Matar a un ruiseñor” de Harper Lee, y algunas de las películas más icónicas del Siglo XX, como “Los siete magníficos” y “Psicosis”, habrían entrado al dominio público a partir del primero de enero de 2017, de no ser por la Ley de Derecho de Autor estadounidense de 1976.
Esta ley, que entró en vigor en 1978, extendió el periodo máximo para reservar una obra bajo el derecho de autor a 95 años después de su publicación, pero antes de ésta el tiempo máximo era de 56 años, con un primer término de 28 años y renovable por un segundo periodo de 28 años.
De haber entrado al dominio público, estas obras habrían podido ser disfrutadas, reproducidas y distribuidas gratis a millones de personas alrededor del mundo.
“Podrías usar libremente estos libros en tus propias historias, adaptarlas al teatro, animarlas o incluso hacer una película basada en estas. Podrías traducirlas a otros lenguajes o crear versiones accesibles a personas con alguna discapacidad visual”, explica el Centro de Estudios del Dominio Público de la Universidad de Duke, en Estados Unidos.
Aunque la lógica detrás de esta legislación supone que un continuo y prolongado derecho de autor protege a la obra y a su creador, en realidad las pruebas sugieren lo contrario: 83 por ciento de los autores no renuevan el derecho de autor de sus obras, de acuerdo con Duke; en el caso de los libros, este porcentaje alcanza el 93 por ciento.
De esta forma, alrededor del 85 por ciento de todas las obras que fueron reservadas bajo derecho de autor en 1960 ya serían del dominio público, lo que habría implicado una ganancia para el acervo cultural de archivos, bibliotecas, escuelas y del mundo en general.