Si alguna vez has abierto un aparato electrónico, es probable que te hayas encontrado con una calcomanía o etiqueta con la leyenda: “No remover, invalida garantía”.
Estas actúan como señales de advertencia para los consumidores y sirven a los fabricantes para ejercer medidas ilegales que los favorecen para mantener monopolios de refacciones o la reparación de sus productos.
Como lo hemos descrito con anterioridad, la industria de la tecnología ha desarrollado mecanismos con los que busca asegurar un control casi total de la vida y uso de los dispositivos que desarrolla y que limitan la forma en que los usuarios interactúan con estos.
Consolas como el Xbox de Microsoft y el PlayStation de Sony contienen esta clase de sellos; otras empresas como Apple entrenan a sus técnicos para que encuentren pruebas de que los iPhones, MacBooks o iPads fueron abiertos o manipulados.
Todas estas compañías son conocidas por negarse a cumplir los plazos de garantía de sus productos al darse cuenta que los dispositivos han sido abiertos. ¿Pero qué tan legales son estas prácticas?
De acuerdo con el sitio de tecnología Motherboard de Vice, en Estados Unidos existe una ley que prohíbe condiciones de “aten” a los consumidores a usar servicios o refacciones específicas para hacer válidas las garantías.
La ley de Garantías Magnuson-Moss de 1975 protegería a la gran mayoría de los usuarios quienes quisieran acudir a un tercero para reparar sus aparatos electrónicos o incluso utilizar refacciones más baratas y de otras marcas, pero los consumidores están poco enterados de sus derechos.
Además, es improbable que alguien quiera llegar a los tribunales y pelear contra un gigante de la tecnología por un producto que costó algunos cientos de dólares.
Otra disposición en la ley es que cualquier aparato con valor mayor a 15 dólares, desde un automóvil hasta un smartphone, puede repararse con piezas usadas sin que esto afecte la garantía.
Las empresas han diseñado estos mecanismos para crear la ilusión de que solo ellos pueden reparar los aparatos. Por el contrario, los usuarios tienen derecho a reparar y a modificar a su conveniencia los dispositivos que compran. La tecnología y el conocimiento que la rodea no debería estar reservada, sino que debería estar alcance de todas las personas que los utilizan día con día.